San Antón
En tiempos pasados los animales domésticos, y en concreto el ganado vacuno, se consideraban símbolo de riqueza y denotaban la categoría del caserío. De hecho, si reparamos a las palabras que en euskera denominan rico y riqueza (aberatsa eta aberastasuna), veremos que provienen del termino ganado (abere), indicando así su valor económico.
Además de su interés económico, se puede decir que los animales domésticos, es decir, aquellos con los que se tenía trato continuo y directo, pertenecían al fuego del hogar: recibían nombres propios; se les hablaba de formal cordial, con gestos y amables caricias; y era normal preocuparse por su salud. Este cuidado y preocupación hacia ellos los convertían casi en uno más de la familia.
No obstante, y con el fin de no generalizar, el lenguaje empleado y el modo de tratar a los animales variaba dependiendo de la especie de animal, de si era un animal mayor o joven, de la persona que tratara con él, y de la intensidad del trabajo que tenía que desempeñar el animal. En primer momento se les daban órdenes mediante palabras, pero en caso de desobediencia siempre se recurría al uso del palo o la vara.
Sin embargo, durante esta festividad los animales domésticos eran cuidados de manera especial: guardaban fiesta (ninguna clase de ganado era sometido a trabajo) y se dejaban sueltos para que pastaran libremente. También se llevaban a cabo varios ritos que aseguraban su protección y buena salud durante el año, entre los cuales destacan las hogueras y las bendiciones.
Era común hacer pequeñas fogatas o quemar ramas previamente bendecidas (de olivo o laurel normalmente) y hacer pasar al ganado por encima de las brasas. Asociado a prácticas precristianas relacionadas con el culto al fuego y la protección de animales, el fuego se utilizaba así como elemento purificador.
Otra de las prácticas consistía en concentrar el ganado delante de la iglesia o ermita y rodearla varias veces. Terminada la misa, el cura o sacerdote salía y bendecía con agua bendita al ganado que se encontraba allí, así como los establos próximos al lugar.
Asimismo, se bendecía ante la imagen de San Antón el grano que se le daría de comer a los animales, e incluso en algunas localidades se les daba pan bendito. También se bendecían cruces y estampas de San Antón que posteriormente se colocaban en las puertas de los establos, o incluso dentro de ellos, en los postes o junto a los pesebres. No faltaban tampoco las promesas y ofrendas que se le hacían a San Antón, las misas y limosnas.
¿Qué demuestran todos estos ritos y creencias? Todos indican ciertas tendencias hacia la integración social de los animales, dándose de esta manera cierta “humanización” de los mismos. Las prácticas que recaían sobre los humanos también se aplicaban durante este día especial a los animales domésticos, se les daba un papel activo en espacios que generalmente eran habitados por humanos (como los recintos sagrados), y en general, podríamos decir que se les implicaba en la comunidad.
Bibliografía:
- Etniker Euskalerria. (2000). Ganadería y pastoreo en Vasconia. Bilbao: Fundación Labayru.
- Santana, A. (1993). Baserria. Bertan. Nº 4.
- Velasco Maíllo, H. M. (2009). Naturaleza y cultura en los rituales de San Antonio. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Vol. 64. Nº 1. Págs. 237-276.
- Zabala, P. (2019). Natura labur mintzo. Egunez egun, sasoien gurpilean. Irún: Alberdania.