Mayo, un mes clave para la huerta

11/05/2020
El mes de mayo es un periodo clave en la vida del caserío. Como dice el refrán, en mayo conviene tener todo listo de cara a la plantación, que dependerá de los trabajos previos. A mayo también se le conoce como “loraila” es decir, el mes de las flores.

LA HUERTA

Debemos preparar la tierra y el entorno con abono orgánico o verde y cal para las plantaciones de verano. Hasta mediados del siglo XX, la huerta ha sido la principal fuente económica y alimenticia del caserío. Era uno de los elementos que constituía la casa, como concepto cultural de los vascos. De modo que ha sido y es uno de los elementos básicos de caserío. 

El baserritarra, a pesar de realizar sus tareas, no podía controlar y dominarlo todo. Para proteger la huerta de los imprevistos incontrolables, los baserritarras contaban con el rito, un medio de una naturaleza diferente. Por eso colocaban cruces pequeñas que elaboraban en días señalados y con madera de árboles como el fresno, laurel o el espino albar. En caso de que el espacio de la tierra de cultivo se utilizara por primera vez, se plantaba alrededor un espino albar, para proteger la huerta. Lo que estos símbolos o ritos esconden es que los/las baserritarras siempre han sido conscientes de la imposibilidad de controlar las fuerzas de la naturaleza que afectan directamente a su trabajo. 

Tras el “abonado espiritual” de la huerta ya podemos comenzar con la plantación. Tradicionalmente durante este mes es cuando se siembran la alubia y el maíz a la vez en el mismo espacio. Los/las baserritarras sabían el momento adecuado para la siembra de estos cultivos porque se fijaban en el espino albar. Cuando florecía, era señal de que se podían sembrar el  maíz y la alubia. 

Lechugas en la huerta de Igartubeiti

En Igartubeiti hemos plantado una variedad de cultivos, como las lechugas, los pimientos, las judías, el calabacín o la berenjena. 

Si echamos la vista atrás, para nuestro asombro nos encontramos con que durante estos meses de primavera, debido a las necesidades y la demanda dirigida a abastecer la economía y el comercio marítimo de los siglos XVI y XVII, en algunos caseríos y campos del País Vasco se plantaba el cáñamo. 

Nos referimos al cannabis sativa sativa. Esta variedad no tiene principios psicoactivos como la Cannabis sativa

El cáñamo pertenece al grupo “clásico” de las plantas que se plantaban en el Viejo Mundo, y es una planta que desde muy antiguo está estrechamente relacionada con la sociedad o las primeras civilizaciones. Se desconoce su origen exacto pero se puede decir que proviene de la zona de la Asia meridional. Según las investigaciones arqueológicas estaríamos hablando de una planta que se domesticó hacía el año 2500 A.C. Era una de las principales plantas que utilizaban para producir tejidos. El primer testimonio sobre esta planta lo encontramos en China, y dice que usaban el cáñamo con fines medicinales. A Europa llegó durante los primeros siglos de la Edad Media, existen indicios de que ya en los siglos VI y VII se extendía por todo el continente. Y a partir del siglo XVI se extendió por América. 

En cuanto a las características de la planta, podemos encontrar tanto machos como hembras. Se puede plantar a partir de primavera. En los primeros meses se puede sembrar la semilla y se puede comenzar a plantar con la temperatura más cálida. Coge mucha altura, las variedades que se han utilizado para la producción textil pueden llegar hasta los 10 m. A su vez, es una planta que necesita agua desde el principio. 

¿Qué relación tiene Igartubeiti con el cáñamo? 

Esta relación se entiende mejor poniendo en contexto los caseríos que surgieron en los siglos XV y XVI con la situación que se vivía en esos momentos. La proyección que se ha construido en el imaginario colectivo es el de un caserío aislado y al margen de los acontecimientos históricos que se estaban fraguando en aquel entonces. Pues este elemento demuestra lo contrario. Es decir que el caserío y el propio baserritarra han estado inmersos en esa red social y económica de su tiempo. 

En este caso, el cáñamo y la producción textil son un claro ejemplo. Aunque nos sorprenda, es un elemento que nos vale para entender que el caserío también era parte de esa nueva sociedad y mercado que se estaba generando. Pues el siglo XVI en cuanto al ámbito económico y social, es un periodo de cambios hacia la modernidad. Los reinos o imperios de aquella época empiezan a expandirse debido a las conquistas que llevan a cabo, sobre todo al otro lado del Atlántico y alrededor del Océano índico. Eso trajo consigo un aumento del tránsito y comercio marítimo, y a su vez estos grandes imperios demandaban más necesidades tanto administrativas pero también esenciales. 

Para que todo eso funcionase, también era imprescindible la labor del baserritarra. En la misma manera que hoy en día, el trabajo del baserritarra era esencial o de primera necesidad para el conjunto de la sociedad y para esas empresas trans oceánicas. Pues el caserío abastecía las necesidades cada vez mayores y más técnicas: alimentos de todo tipo (sidra, verduras, hortalizas, frutos, carne, etc) o diferentes tipos de materia prima. 

En ese periodo el comercio marítimo estaba en auge. Es de sobra conocido que se construyeron muchos y muy buenos navíos en los astilleros vascos. Y el material para las velas y las cuerdas para los navíos, en gran medida procedía de los caseríos y los campos de cultivo que había en las zonas rurales. Es decir el cáñamo y el lino por ejemplo. Aunque ya se utilizaban mucho antes, el contexto histórico mencionado hizo que se intensificara más su producción. Aunque por ejemplo en Guipúzcoa había más cultivo de lino que de cáñamo, hay indicios de que se cultivaba cáñamo. El resto por ejemplo se traía del Reino de Navarra, de Valencia o de Granada. 

Relacionado con esto, había muchos oficios, la del cordelero por ejemplo. Inicialmente la primera materia utilizada fue el cáñamo obteniéndose cordeles, de donde tomaron su nombre los artesanos especializados en su fabricación. No deja de ser curioso que con esta denominación también eran conocidos los frailes franciscanos debido al cordón blanco y con nudos con que ceñían su hábito.

Todo esto dio  lugar a la proliferación de cordelerías como lo atestiguan no solo numerosas documentos del pasado sino los nombres de calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades. 

Cordeleros. Ilustración de Aurelio Arteta

EL ENTORNO

El entorno sigue su curso, y además, el mes de mayo es la antesala del verano, un mes crucial para el manzano.

Desde abril algunas variedades de manzanos, las que a partir de junio ya empezarán a dar su fruto, empezaron a florecer, pero la mayoría de los manzanos empezarán ahora. Una explosión de flores. Se puede decir que es el “hanami” vasco. Lo mismo que hacen en Japón con los cerezos o “sakura”, pues “hanami” significa ver o mirar las flores. En el País Vasco entre otros árboles la floración del manzano es digno de veneración. Sí hoy es un espectáculo, imaginaros en el siglo XII, cuando Ameryc Picud se adentró por primera vez  en estas tierras a través del Camino de Santiago, pues comentaba que en estas tierras escaseaba el pan y el vino, pero que no faltaban manzanas ni sidra, y que los valles estaban llenos de manzanos. 

Las flores del manzano después de la tormenta

No nos cansaremos de comentar que el paisaje al fin y al cabo es una proyección  de una sociedad en un espacio determinado. Es decir en el paisaje se materializan diferentes procesos históricos, económicos y culturales. El paisaje mismo es el “espejo biográfico” de nuestra sociedad. Habla sobre nosotros, sobre la actualidad, el pasado y el futuro. Y hoy más que nunca, hemos visto que el ser humano no es ajeno a la naturaleza, pues todo está interconectado. 

El maíz, ahora en época de siembra, es un buen ejemplo de ello. Este cereal sacó de la crisis al País Vasco Atlántico y ruralizó Guipuzcoa, cubriendo llanuras y pendientes. Es decir, el maíz humanizó el paisaje a la vez que creó toda una cultura popular campesina a su alrededor. Debido a este hecho, por ejemplo aumentó el uso de la cal, que a su vez hizo que en las laderas de las montañas se construyeron hornos de cal. O los  pastos del ganado se roturaron para convertirlos en maizales. Cosa que a su vez hizo que el ganado estuviese estabulado   más tiempo, por lo que el caserío necesitaba de más alimentos para abastecer a la hacienda. Incluso la arquitectura del caserío, la forma, se tuvo que adaptar a este hecho, ampliando la parte frontal orientado al sur, como granero o secadero para el maíz. 

Es decir, es un claro ejemplo de cómo un hecho de naturaleza social y a primera vista simple, la introducción del maíz en la península ibérica, tiene un efecto y genera un cambio social y a su vez paisajístico en un espacio determinado. La sociedad y el paisaje o la naturaleza no son dos mundos autónomos entre sí. Más bien el paisaje es el resultado de ambos factores, lo social y lo natural. 

Un hecho que todos los años se renueva en esta época del año, nos recuerda todo esto, la apertura de los pastos. A a partir de mayo hasta octubre rebaños de ovejas, vacas, yeguas y caballos pastarán en los pastizales de Enirio Aralar. Este año subirán a Aralar alrededor de 2.956 vacas.  Es una actividad que se lleva haciendo miles de años, en el que el ganado pasa el verano en los altos pastos y para otoño-invierno bajan otra vez a los valles y a la costa en busca de una temperatura más cálida (trashumancia). 

Según los documentos, hacia 1400 el rey Enrique III de Castilla regaló los pastos de Aralar a Juan de Amezketa, oriundo de Pamplona. Pero la presión de los baserritarras de los alrededores fue tal que dicho Juan de Amezketa tuvo que vender los pastos a los pueblos que hoy constituyen la Mancomunidad de Enirio-Aralar. 

La apertura de los pastos en Aralar no es tan antiguo, ya que hasta 1986 los pastores y ganaderos podían tener el ganado pastando en Aralar durante todo el año. Pero luego se dio ese cambio con el objetivo de darle un descanso a los pastos para que regeneren y de esta manera mejorar su calidad y minimizar el impacto.

Hoy en día, los traslados se realizan en camiones antiguamente se hacía todo el camino a pie. Además teniendo en cuenta que en los pastos de montaña el ganadero o el pastor no tenía ayuda de los medios que podría encontrar en el valle o el pueblo, de antemano tenía que preparar bien a su ganado. Y aquí entra el oficio del herrero o “perratzailea”. 

Para un buen cuidado del ganado y para que no hubiese ningún contratiempo era necesaria la protección del casco en los solípedos (caballo, asno o mulo) y de la pezuña de los bueyes o las vacas, a fin de evitar o paliar su desgaste. Con esta finalidad han sido diversos los medios usados, siendo el más importante la herradura "perra" que debidamente sujeta a los pies y manos trata de mantenerlas en buenas condiciones. En muchas ocasiones era el mismo “perratzaile” o herrero quien forjaba sus propias herraduras en la pequeña ferrería que tenía en el caserío. 

Las herramientas del herrero

Esta profesión requiere también ciertos conocimientos preventivos y curativos de determinadas enfermedades de los animales y de la gran importancia de realizarla adecuadamente. Da cuenta de ello un libro publicado en 1.760 "Nueva práctica de herrar":  "supongamos que a un hombre se le da el martirio de no calzarle o en habiéndolo hecho no descalzarle nunca un zapato apretado; naturalmente sus uñas al crecer al cabo de algún tiempo tomarían diversas vueltas y revueltas acomodándose violentamente al calzado y causando intensísimos dolores. Lo mismo sucede, pues a los animales con los cascos. Si un animal no es bien herrado no puede marchar ni servir debidamente".

Además, la herradura era símbolo de buena suerte, y hoy en día se pueden encontrar herraduras clavadas en las vigas de los caseríos, como amuleto de protección.  En el carnaval vasco los herreros intentan ponerle una herradura a Zaldiko, simbolizando que de esta manera están domesticando o controlando la naturaleza salvaje.