Mayo en Igartubeiti

30/04/2019
Así dice el refrán de mayo: “maiatza urteko ardatza”, es decir, es un mes clave en el ciclo natural. En mayo también sabe hacer frío, por eso se dice que ni tiene boca ni tiene corazón “maiatza hotz urtea zorrotz, maiatz hotz ez aho eta ez bihotz”. Es la época de realizar las plantaciones más importantes de cara a verano, otoño e invierno. La floración que comenzó en abril llegará a su momento más álgido, siendo mayo el mes más bello en el País Vasco. Los prados aparecerán vestidos de una nueva capa de hierba, para que paste el ganado. No hay excusas, la tierra y el entorno están haciendo su trabajo y es nuestro turno.

LA HUERTA

En mayo la tierra y el entorno estará en plenas condiciones para plantar. Cuando comienzan  los días más calurosos de primavera los/as agricultores/as se adelantan y fijan sus objetivos de cara a la cosecha de otoño e invierno.

Un tubérculo que tanto desde el punto de vista histórico, social o en cuanto a la alimentación, ha tenido crucial importancia en el caserío y en general entre el campesinado europeo es la patata. El origen de la patata se encuentra en América y después el ser humano lo extendió al resto del mundo. La patata llegó al País Vasco en el siglo XVI, pero al principio se utilizó como planta decorativa y como alimento para el ganado. Será durante el siglo XVIII, cuando se incorpora la patata a la alimentación. A pesar de que Araba hoy en día es la principal productora de patata en el País Vasco, no fue así en su origen. La patata se trajo desde Irlanda al puerto de Hondarribia, y según los documentos históricos fue en Bergara donde se hicieron los primeros experimentos de su siembra, dirigidos por el cura Rafael Garitano Aldaeta, y después se extendió a los municipios de Legazpi, Gabiria, Begoña, Bilbo y posteriormente hacia Araba. En un primer momento, la patata se cultivaba para el autoconsumo y no para su comercialización, que fue posterior. La patata, junto al maíz fue, fue un elemento importante en la alimentación del campesinado europeo durante los siglos XVIII y XIX.

Al ser un tubérculo, es en la parte de las raíces donde va guardando sus reservas, las que luego nosotros comeremos. Se puede sembrar en febrero, para que en primavera, mayo y junio podamos comerlas cuando estén más tiernas. Pero de cara a otoño e invierno, para que aguante más, se siembra en mayo. A la patata le gusta la tierra recién roturada, y al poder ser una tierra donde no se haya cultivado mucho. Pero en cualquier caso, es muy importante echar abundante abono orgánico en la tierra, estiércol, compost, cenizas… para enriquecerla. No le gusta mucho el calor, por lo que escogeremos un sitio fresco, que esté en una temperatura de entre 15 y 23 grados.

A la hora de plantar, hay que remover bien la tierra y abrir un cauce en la tierra. En la base echaremos un poco de compost y encima las patatas. Si la patatas que vayamos a sembrar son muy grandes los cortaremos en trozos más pequeños. De una zanja a otra dejaremos unos 60 cm, y de patata a patata 30 cm. Después de sembrar las taparemos bien con tierra. A la vez que la planta vaya creciendo procuraremos que a su alrededor tenga tierra, para que el tubérculo no salga a la luz.

En cuanto a la cosecha, cuando la planta haya crecido y esté verde,  hay que remover la tierra para poder sacar las patatas porque estarán más tiernas. Pero de cara a invierno hay que esperar más tiempo, hasta que las hojas de la planta se sequen y se marchiten.  Después de sacar las patatas las dejaremos unas horas al sol, de esta manera, les quitaremos mejor la tierra que tengan, y las guardaremos en un sitio fresco y procuraremos que no les dé el sol.

Lino que sembramos a finales de marzo

Por otro lado, no hay que olvidarse de dos cereales de crucial importancia en la economía del caserío, y que hay que ponerles atención mayo: el trigo y el maíz.

Por un lado, el trigo que se sembró en otoño/invierno ya habrá crecido para el mes de mayo, pues así dice un refrán: “txikie banitzen-haundie banitzen, maiatzen buru nintzen”, es decir,  más grande o más pequeño, para mayo el trigo ya habrá hecho su aparición en la huerta. El campo de trigo que ahora estará verde, para junio y julio habrá cambiado de color, teñiendo los campos de un amarillo muy intenso. Al mismo tiempo, en mayo es época de sembrar otro cereal de cara a invierno y como alimento para el ganado: el maíz. Según las creencias, la floración del espino blanco indica la época de sembrar el maíz. Por lo que por algo se dice que mayo es un mes crucial para los labores de la tierra.

EL ENTORNO

En mayo, el ciclo natural del entorno sigue su curso. Además, durante este mes la sabia estará muy activa y el espino blanco por ejemplo empezará a vestirse de unas flores blancas. También comenzaremos a ver las primeras frutas, como las cerezas y las manzanas, con la ayuda de las abejas para la polinización.

Los manzanos de Igartubeiti en flor

Los efectos de la sabia no se observa únicamente en la floración. Si nos paramos a observar los prados, nos daremos cuenta de que hay abundante hierba. Cada tiempo marca las labores que hay que hacer, y en mayo  la crecida de la hierba en los prados y pastos será una buena señal para el ganado que ha pasado el invierno en la cuadra del caserío. En mayo se abren los altos pastos comunales, que han sido parte integrante de la economía agraria en el País Vasco. Estos pastos eran parte de terrenos municipales o en otras ocasiones eran pastos que se encontraban en la frontera entre diferentes pueblos y además de los pastores y ganaderos, también hacían un uso de esas tierras los agricultores, los carboneros y los carpinteros por ejemplo. Por lo que había una necesidad y obligación de regular los diferentes usos, que en muchos casos derivaron en conflictos y pleitos.

Mayoritariamente han sido rebaños de ovejas, vacas y menor cantidad de caballos y yeguas el tipo de ganado que ha pastado en estos terrenos. Las vacas por ejemplo se han denominado “abelgorria” abere+gorria, por el color rojizo de su piel. Y su origen, la raza autóctona que hoy se conoce como Betizu, estaría en las vacas salvajes que pastaban libres en los pirineos. La oveja en cambio fue introducida en el País Vasco hace 5000 años, al final del neolítico más o menos. Y los dólmenes o “trikuarriak” que se pueden ver en las montañas fueron construidas por estos pastores, los últimos vestigios de una vida neolítica.Hoy en día, cuando se abren los pastos comunales se recorren los mismos caminos que se hacían hace 5000 años. En verano el ganado pastaba en los altos pastos, y en invierno se hacía la trashumancia  hacia la costa o hacia la Rivera. Son estos caminos los que aprovecharon los romanos para conectar Roma con esta parte de la península. De modo que el paisaje que vemos ahora, empezó a fraguar por lo menos hace 5000 años.

De esta manera, hacia mayo, cuando se abren los pastos los/as pastores/as y los/as campesinos/as reúnen a sus rebaños y se encaminan hacia las montañas. Pero previamente, colocan a cada oveja del rebaño un cencerro alrededor del cuello. Era un trabajo que se le encargaba al herrero, para que los cencerros tuviesen un sonido particular, y así saber por dónde estaba pastando el rebaño. Además, según cuentan, el ganado subía orgulloso, tambaleando con fuerza sus cencerros con la esperanza de encontrar buen alimento en los pastos de montaña. De esta manera, el sonido de los cencerros que comenzó en febrero con los/as joaldunak se repite ahora con el sonido de los cencerros del ganado.

De modo que desde mayo hasta bien entrado el otoño tenían que tener un ojo en los pastos y otro en los cultivos. Los fresnos que hoy podemos ver alrededor de las cabañas son el vestigio de que pasaban los veranos en los altos pastos. Se creía que el fresno protegía la cabaña de los rayos, y al mismo tiempo les daba sombra en días calurosos. Además, aprovechando que en mayo la sabía de los árboles está activo, se cogía una pequeña rama de fresno para hacer una pequeña flauta, para acompañar las largas horas con un poco de música.

Pero también tenían sus preocupaciones y problemas, por ejemplo cuando se escapaba el ganado y había que ir a buscarlo. Un animal que causaba miedo e incertidumbre era el lobo. Ejemplo de ello son las medidas que pactaron en Tolosa en el año 1596, donde establecieron que aquel que matase al lobo sería recompensado con una buena fortuna. Al comienzo del siglo pasado vieron por última vez al lobo en Oñati, alrededor del monte Aloña. Según los/as campesinos/as de finales del siglo XIX, fue con la llegada del tren cuando el lobo desapareció por completo de estas tierras, reflejo de que ese viejo mundo estaba cambiando, la reacción del campesinado ante la llegada de las nuevas tecnologías, la industrialización y la modernidad.