Lino
El lino, es una planta que llegó al País Vasco desde el Cáucaso con la llegada del neolítico a nuestras tierras. El cultivo del lino ha sido muy importante en la historia de la humanidad y tiene su historia particular en los caseríos del País Vasco. El lino es una planta que se ha utilizado en la fabricación de lienzos, y todavía hoy se pueden encontrar vestigios de este patrimonio en la memoria de nuestro paisaje cultural.
Esta planta suponía muchos esfuerzos para los/as baserritarras, y en concreto para la mujer, pues prácticamente el proceso completo del lino era su responsabilidad. En primer lugar había que preparar la tierra: arar y añadir abundante abono orgánico y después sembrar las semillas de lino. La época de la siembra es a finales de verano y comienzos de otoño, concretamente se elegía el día 23 de septiembre, San Lino. Pero también se puede sembrar en primavera, en marzo. La que se siembra en septiembre se podrá recoger en junio, y la que se siembra en marzo a finales de julio y principios de agosto.
En primavera, a partir de mayo el lino aparece con todo su esplendor, ya que con los primeros días de sol empieza a florecer con sus flores de tonalidad azul. La flor del lino, aunque es pequeñita, se abre con los primeros rayos de sol y al atardecer se cierra otra vez, y así durante unas semanas hasta que pierde su flor.
El lino madura a partir de junio y julio, y coge una tonalidad amarilla parecida a la del trigo. Pero a diferencia del trigo, el lino no se recoge con la hoz, sino que era una labor que se hacía directamente con las manos, sacando la planta con sus raíces. Se sacudía para quitar los restos de tierra y se extendía en el campo, para que la lluvia limpiase y ablandase la planta. Luego se hacían manojos de lino y se ataban con un cordón. 10 manojos de lino constituían una “bala de lino” o en euskera “azao bat”. Y a su vez, 10 “balas de lino” constituían una carga de lino, era el modo de medir la cantidad de lino. Una vez recogido todo el lino, su parcela de campo se utilizaba para sembrar el maíz. En Igartubeiti cuando recogemos una parte del cultivo del lino lo dejamos a secar en el granero del caserío.
El trabajo no ha hecho más que comenzar. Tras el secado durante unas semanas en el granero, se obtenía las semillas (la linaza) y se sembraban. Para separar la linaza de la planta, se utilizaba la garrama o karama, un peine con sus dientes u hojas de madera o hierro. También se hacía a mano.
Pero el trabajo más laborioso se hacía durante el otoño e invierno: sacar el hilo de la planta y fabricar lienzos. Para eso, primero se llevaban todos los matojos de lino al río, o en concreto a los pozos de lino (liñaputzuak), para ponerlos a remojo en agua fría. Estos pozos se crearon para evitar la repercusión de esta actividad en el entorno, porque cuando la piel de la planta se iba pudriendo vertía un líquido contaminante que parecía tinta. El lino de dejaba a remojo por lo menos durante 8 días, y si los tallos del lino eran duros y estaban verdes hasta 20 días. A continuación se extendían en el campo para secarlas y para separar la piel podrida de la planta.
Después del segundo secado, se ataban las plantas en manojos y se colocaban encima de la “liharria” o base de piedra para majar el tallo del lino. Era una tarea ardua, por lo que se hacía entre tres personas a la vez llevando ritmos cíclicos concretos denominados “hiruk soinu lana” (trabajo de tres sonidos). Esta tarea se denominaba “liñojotzea” (majar el lino). A continuación, se utilizaba una herramienta de madera que se llamaba tranga o garba, que tenía una función de tijera para golpear mejor y más rápido el tallo del lino, es decir lo que sería el agramado, para majar mejor el tallo y dejarlo más fino. Este proceso separaba la hebra de lo sobrante del lino y se llevaba a cabo desde el atardecer hasta la medianoche, y una vez acabado el trabajo celebraban la “sorgin-afaria” (cena de brujas) o “liño-afaria” (cena del lino). Todavía quedaba mucha tarea hasta lograr los lienzos deseados. Por ejemplo, el cardado de (txarrantxatu) la hebra en la txarrantxa (un gran peine de dientes de hierro) para limpiarlo del todo y poder hilar mejor. Se distinguían tres tipos de hebra o material para hacer el hilo según su calidad:
- Amukoa (la más larga y fina)
- Miloa ( los restos que se quedan en las esquinas de la txarrantxa)
- Mukarra (los restos que se quedan en el suelo, de peor calidad).
De este modo, con el material preparado para hacer el hilo, empezaban a hilar (iruten). Para ello se utilizaba la “gorua” o la rueca y la “ardatza” o el huso. La rueca es una vara de madera, en uno de cuyos extremos se sujeta el lino que va ha ser hilado. La rueca se sujeta con el brazo izquierdo y con la derecha el huso. El huso tenía un agujero por el cual se pasaba el lino y se hacía girar consiguiendo enredar las hebras convirtiendo en hilo. Para que el hilo se enredase mejor lo mojaban con saliva, y para ello siempre tenían a mano una cesta de manzanas. Una vez conseguido el hilo se hacían madejas (matazak), para su cocido posterior. Una vez que se secasen ya se podía trabajar en el telar. Para realizar este trabajo, las mujeres se reunían en los caseríos por la noche.
Este trabajo manual increíblemente laborioso se enmarca en un contexto o realidad histórica, cultural y económica, desde la Edad Media hasta bien entrados en en siglo XX. También fue una de las actividades clave en el entorno rural del País Vasco, siendo la mujer su referente central, formando parte de un contexto más global, entrelazando esas relaciones de lo global y lo local, como las relaciones y trifulcas con Portugal, las sublevaciones de la mujeres baserritarras por la mala calidad de la linaza, el deber de preparar el ajuar, o la “beatilla” que era la estrella de los lienzos en los mercados de Castilla.