Parece un barril o barrica pero no lo es. Sí que está relacionado con la sidrería pero no era para guardar o conservar la sidra. La Kuela es una unidad concreta para medir la cantidad de manzanas. Sidreros/as y baserritarras utilizaban la kuela para llevar a cabo las transacciones de las manzanas. La capacidad de la kuela es de 50-55 kg. Había unidades concretas para medir la manzana: por cargas o por carros de manzana. Una carga de manzana equivale a 300 kg. De modo que con 6 kuelas tendríamos una carga.
La kuela como relato de las transformaciones del caserío y la producción de sidra
La kuela pertenece al caserío Jauregi de Orendain. Es un municipio pequeño del interior de Gipuzkoa, y hoy en día pertenece a la comarca de Tolosaldea. Tradicionalmente esta zona rural se conocía como Beterri, y era la parte sur de Goierri.
Esta kuela es del siglo XX, como mucho tiene 100 años. Si observamos la historia de la sidra en el País Vasco, no es una pieza tan antigua. Pero por un lado nos ayuda a reconstruir y reflexionar sobre los cambios y transformaciones acaecidos a finales del siglo XIX y durante el XX en la industria sidrera y en el entorno rural, las cuales son los precedentes de la situación actual del entorno rural en general. Y a la vez nos ayuda a documentar mejor la historia y el patrimonio de una zona concreta. Pues es el narrador de esos relatos.
Es el legado de un modo de vida, hoy patrimonializado. El 8 de enero del 2020 el propietario del caserío Jauregi, ofreció la Kuela a Gordailua (Centro de Colecciones Patrimoniales de Gipuzkoa) sin saber exactamente lo que era y lo que representaba. Aunque anecdótico, es el reflejo de los cambios sufridos en el entorno rural. Hoy día es parte del patrimonio cultural de Gipuzkoa.
En general, esta pieza ayuda a comprender mejor la presencia que han tenido la manzana y la sidra en diferentes zonas de Gipuzkoa. Aunque la imagen construida sobre la sidra en las últimas décadas se centra en puntos concretos como Astigarraga, Urnieta, Hernani, Donostia, etc, esto es fruto de un proceso histórico y cultural, pues no se ha limitado sólo a estas zonas. Larramendi comentaba esto en su Corografía de Guipúzcoa (1754): “desde Tolosa hacia Álava se han reducido muchos manzanales a tierras sembradías. No así desde Tolosa hacia Irún”. De modo que tendríamos que agudizar la mirada y poner la kuela en relación con los contextos culturales e históricos.
El inicio de la crisis de la etapa de oro de la sidrería gipuzkoana, comenzó a finales del siglo XVII. Por un lado, la actividad marítima sufría dificultades, pues no era tan segura en un contexto bélico. Por otro lado, el hierro vasco tenía dificultades para hacerse hueco en el mercado extranjero. Además, debido a la geopolítica de la época, los balleneros vascos habían perdido el derecho de pescar en Terranova, Groenlandia, Noruega o Islandia. Todo esto trajo una disminución en la demanda de la sidra. Todo esto sucedía a la vez que el maíz que se trajo de América se estaba expandiendo en los campos de los caseríos vascos. La sidra se redujo a un consumo local, y los manzanos dejaron de ser el pilar central de la agricultura guipuzcoana.
El periodo entre 1793-1876, fue realmente difícil para Gipuzkoa. La vida de sus gentes estuvo determinada por guerras que se sucedían una tras otra. Esto también repercutió en los manzanales. Ya en el siglo XIX los manzanos de la provincia se limitaban a la zona este y a la costa. En este contexto empezaron a fraguar iniciativas para modernizar la agricultura de Gipuzkoa, y también el mundo de la sidra. El Conde de Peñaflorida y La Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, fueron los impulsores de aplicar las nuevas ideas de la Ilustración en los antiguos caseríos de Gipuzkoa. Pero se hizo palpable que los/las baserritarras, debido a la situación política, social y económica que padecían, tenían otras necesidades, y debido a eso no estaban en situación de sobrellevar la carga que suponía una modernización agraria.
De modo que la Kuela, del siglo XX, hace de puente entre las dos momentos cruciales de la sidra y en general del caserío: la crisis de la sidra y del caserío y su reconversión durante el siglo XX. Pone en valor la sidra y la manzana y la historia que conlleva, haciendo ver que más allá de una bebida, la sidra, la manzana y el caserío con su contexto, son un legado cultural, que hoy siguen vivos para poder acogerse a las nuevas necesidades que implica la sociedad actual. De modo que hoy por hoy sigue teniendo muchos desafíos. Por ejemplo, hoy en día la demanda y el consumo de sidra va en aumento, pero las cantidades de manzanos que hay en Guipúzcoa no son suficientes para hacer frente a ese reto.
Aunque parezca algo anecdótico, es de remarcar que el propietario de la pieza, desconocía lo que era la kuela. Aunque ha estado todo ese tiempo en su caserío, no tenía el conocimiento de lo que era la pieza y de su valor cultural. Puede que sea sólo una anécdota, pero al mismo tiempo ese desconocimiento sobre la pieza estaría relacionado con los cambios vividos en el entorno rural durante los siglos XIX y XX.
Es verdad que la kuela no es la pieza etnográfica más conocida dentro del ámbito del caserío y de la sidra. Pero es la muestra de los cambios vividos en el caserío en el último siglo. Pues esta kuela es contemporánea a la industrialización y al nuevo escenario social, cultural y económico que trajo consigo. La “nueva generación de baserritarras” (los últimos en utilizar la kuela) fue atraída por el nuevo modelo de vida que ofrecía la industria, y con ello las fábricas se llenaron de baserritarras. A cambio, el caserío y su mundo empezaron a vaciarse.
De modo que poco a poco empezó la pérdida de los manzanos. Hacia la mitad del siglo XX los manzanales que se podían verse en los caseríos se habían abandonado: no se llevaban a cabo los cuidados necesarios como echar el abono orgánico o la poda. Muchos de aquellos manzanos fueron sustituidos por el pino. Este abandono supuso la pérdida de un conocimiento etnoecológico.
Emergieron nuevos gustos y costumbres, y los referentes que eran parte de la vida tradicional se fueron sustituyendo, entre ellos la sidra, por los elementos novedosos que estaban llegando, ya que habían perdido su antiguo valor.
Mediante este proceso de “marginalización cultural”, se estaba dejando de lado todo ese bagaje cultural que acompañaba a esos elementos. Entre ellos estaría esta misma kuela. De modo que no es de extrañar que el propio propietario no conociese la pieza y su historia. Este hecho es un pequeño ejemplo de las grandes transformaciones que han afectado al caserío en cuestión de 2-3 décadas. Al fin y al cabo es el reflejo de toda una generación, presentada como una pequeña anécdota.
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